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El silencio de Martínez.


El año 2002 cambió mi vida, mis papás eran despedidos de PDVSA y mi vida toma otro giro. Inicia una lucha que no se contabiliza a 81 días, sino que lleva más de 15 años. La lucha se remite al vivir con alegría, esperanza, ilusión en medio de situaciones adversas. Usando una frase, típica de Forrest Gump “mi mamá decía”, mi mamá dice que lo único que le agradece al gobierno de Chávez fue que yo haya llegado al colegio Cristo Rey, sino según ella estuviese en malos pasos. Pero esto no se trata de mí, sino de una monjita.

Al año de ingresar al colegio Cristo Rey, empiezo a participar del grupo Juvenil (eso es otra historia, para quienes me conocen ya es bastante conocida). Por las responsabilidades con el grupo empiezo a viajar mucho a Caracas y es en la capital donde conozco a la madre Martínez, recuerdo que en nuestros primeros encuentros no hubo mayor impacto ya que me encontraba bastante desconcertado al ver a tantas monjas juntas, salían de todos lados, la mayoría mayores y españolas. Nunca había conocido monjas más que las de la película “Mi pobre diablito” ¡imagínense!

Siempre tan amables estas hermanitas me invitaban a almorzar. Allí me preguntaban en que locura andábamos los macreyistas, yo hablaba, hablaba y hablaba… Monjas iban y venían, pero ahí estaba sentada Martínez, en silencio. Esto se repitió varias veces y Martínez con su silencio me enseñaba que este-silencio- sonríe, goza, celebra.

En uno de tantas oportunidades vi a Martínez y pensé ¿Cómo coño eres feliz?, esa pregunta no se le puede hacer a una religiosa, por lo que transforme la pregunta y le dije: hermana ¿por qué usted es monjita? Me respondió: “lo único que te puedo decir es que Dios se ha portado como un caballero.”  Este año cumplo mis primeros 5 años como Jesuita, y déjenme decir que voy experimentado el mismo sentir, Dios se va comportando como un caballero acompañando las fragilidades, gozando los triunfos, pero sobretodo estando… estando en tantos rostros y situaciones.


Cuando la Compañía de Jesús(Los jesuitas), mi familia religiosa, me destinó a Caracas hace 3 años, decidí dedicarle los viernes en la mañana a la madre Martínez. He sido testigo del pasar de los años, su mente se trasladó a su tierra natal y ya no me reconoce, pero ahí sigue escuchando en silencio gozando y celebrando mis triunfos y mis “metidas de pata”; hay días donde son muchas las palabras como hay otros donde las horas transcurren en un profundo silencio, un silencio que ella me enseño y que la Compañía de Jesús me ha permitido dar mi toque, ¡sí! Porque creo firmemente, que cada uno hace/es silencio a su manera.


Una última anécdota, hace un año me enteré que mi Madre Martínez, fue durante muchos años ecónoma de la congregación a la que pertenece, muchos de los colegios y casas fueron construidos gracias a su labor ¡NUNCA ME LO DIJO! alguna vez escuche decir que era la "hermana constructora", para mí lo es, no por todas las casas que gracias a su labor se construyeron, sino por ser constructora de su felicidad y con su silencio ser partícipe de la de otros.

¿Cómo joven venezolano que me dice todo esto?  Ni una coyuntura ni un gobernante me puede quitar el deseo de construir mi felicidad (sea hoy luchándola en las calles, en el salón de clases, donde esté) yo la construyo, nadie me la destruye.  Que Dios nos dé la gracia para luchar por un cambio, bien lo canta Mercedes Sosa: “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo.”

Gracias Madre Martínez ¡Feliz Cumpleaños! ¡Son 90!




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