Vivimos en una época donde la sociedad apuesta al slogan o a un cúmulo de palabras rebuscadas que precisamente me hacen preguntar que “carajo” se busca transmitir. Se echa de menos una “sencillez sólida”, es decir: hablar desde lo que somos, con nuestras luces y sombras, pero siempre desde el corazón.
“Resignificar”,
lo escuché mucho y le presté atención como nunca. Cada joven con su historia
hace suyo esa palabra llenándola de contenido y de un sentido profundo con el que
se busca abrazar la memoria. Una especie de Leitmotiv
que me fascino.
También vivo
un proceso de resignificar muchas cosas: encontrar a Dios en la Teología,
aunque suene extraño, un nuevo reto apostólico: nueva juventud a la que
acompañar, entre otras situaciones, pero con una premisa como bandera: se vale soñar… porque ser jesuita no vale
la pena, vale la vida…



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